El pollo vivo vendido en el interior de São Paulo atravesó la vigésima semana de 2019 (del 12 al 18 de mayo, seis días hábiles) sin registrar cambios en las condiciones registradas desde, prácticamente, los primeros días de febrero pasado. En otras palabras, siguió siendo un mercado firme y sin signos de relajación, incluso a pesar de que ya estamos en la segunda mitad del mes.
Bajo este signo, también garantizó la preservación del precio actual – R$3,60/kg, valor que, por estos días, tendrá vigencia durante siete semanas y que, al final de la semana (18), mostró una variación de 44% sobre el precio alcanzado hace un año cuando, por cierto, el sector comenzaba a dar los primeros signos de salida de la crisis que persistía desde principios de año. Lo curioso, en este caso, es que el mismo índice de incremento (+44%) también es aplicable a los dos años anteriores, ya que el 18 de mayo del trienio 2016-2018 se comercializó pollo vivo a R$2,50/ kg.
Si las circunstancias económicas fueran diferentes, habría margen para que se alterara la estabilidad actual de los pollos vivos. Pero –se ha dicho y vale la pena repetirlo– aunque la oferta sigue siendo extremadamente ajustada, el factor limitante de cualquier nueva apreciación es el consumidor final, que demuestra claramente que no puede pagar más de lo que se estaba registrando.
Esto es tan cierto que el precio máximo alcanzado por el pollo sacrificado la semana pasada (la segunda del mes) no continuó la semana pasada. En otras palabras: incluso antes de la transición de la primera a la segunda quincena, los precios de los productos comenzaron a bajar. Cerraron la semana (17) retrocediendo a valores inferiores a los de principios de mes, lo que, en cierto modo, ya anticipa que el mejor momento de estos primeros cinco meses de 2019 pudo haberse producido el pasado mes de abril.