Imagen: Pixabay
El uso del girasol como planta trampa para insectos en cultivos de tomate puede reducir las aplicaciones iniciales para controlar las orugas y los escarabajos defoliadores (las populares “vaquitas”) hasta en 30%. Esto sucede porque el elevado número de insectos que se concentran en las inflorescencias y hojas del girasol permite una reducción de estas plagas en el cultivo principal, requiriendo una menor intervención química en el cultivo. Desde 2004, la Estación Experimental Epagri en Caçador (EECD) recomienda esta técnica para complementar otras ya utilizadas en el Manejo Integrado de Plagas (MIP) con el objetivo de lograr un cultivo más sostenible.
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La investigadora de la EECD, Janaína Pereira dos Santos, explica que el uso del girasol como planta trampa se basa en el principio de que las longitudes de onda emitidas por las superficies amarillas atraen diferentes especies de insectos. “El color amarillo hace que el insecto busque instintivamente alimento, pues existe una fuerte relación entre este color y la presencia de granos de polen en el centro de las flores, donde se encuentra el néctar. De esta manera, el girasol se puede utilizar para monitorear y controlar plagas de insectos en diferentes tipos de cultivos, cuyas principales plagas son atraídas por el color amarillo”, afirma.
Varios productores de la región del Alto Vale do Rio do Peixe que cultivan tomates con base en el Sistema Integrado de Producción de Tomate (Sispit) utilizan girasoles en el borde del cultivo. Los agricultores Valmir y Fabiano Susin, de Caçador, se incorporaron a Sispit en 2007 y siguen al pie de la letra las recomendaciones de Epagri. “Los girasoles son excelentes para atraer a las vacas verdes. Su uso permitió reducir hasta cinco aplicaciones en el cultivo del tomate”, dice Valmir, que cultiva seis mil plantas del fruto en media hectárea de propiedad, mantenida en sociedad con su hermano.
Cómo hacerlo en la práctica.
El girasol sólo se planta en el borde del cultivo principal, ya que el objetivo es que forme una barrera física para los insectos, los cuales se alimentarán de las hojas e inflorescencias y no migrarán al cultivo. Atrae varias especies de “vaquitas” de los géneros Diabrotica, Paranapiacaba y Microtheca (escarabajos plaga), escarabajos defoliadores de la especie Astylus variegatus, moscas blancas, ácaros, orugas de una pulgada de largo, así como aquellas de los géneros Spodoptera y Helicoverpa. que son plagas importantes del tomate. Además, también atrae a varios enemigos naturales, como avispas parasitoides, depredadores (mariquitas y chinches) e insectos polinizadores (abejas y avispas).
Janaína explica que la distancia entre las plantas de girasol dependerá del tipo de cultivo. “En el cultivo de tomate, las plántulas de girasol se plantan a lo largo de todo el borde del cultivo a una distancia de un metro entre hileras dobles y 2,4 metros entre las hileras principales. En otros cultivos, las plántulas de girasol se pueden plantar más juntas, hasta a un metro de distancia”, afirma.
Según el investigador, lo ideal es trasplantar las plántulas de girasol unos días después de plantar el cultivo principal. Señala que el ciclo vegetativo del girasol es más corto que el de la tomatera, por lo tanto, para tener inflorescencias durante todo el ciclo vegetativo de la tomatera, los productores deben cultivar plántulas de girasol y trasplantarlas en el campo dos o tres veces. hasta la finalización de la cosecha del tomate.
Si el productor desea cultivar girasol para aprovechar otras potencialidades del cultivo, como vender el grano, extraer aceite o incluso para alimentación animal, la plantación puede realizarse en consorcio con otros cultivos. “Una alternativa es plantar una hilera de girasoles cada dos o tres hileras del cultivo principal”, recomienda Janaína.
El girasol se puede utilizar en diversos cultivos en los bordes de los cultivos para atraer plagas de insectos y enemigos naturales. Como ejemplo, Janaína cita la soja, el frijol, el maní, el maíz y las verduras crucíferas (repollo, brócoli, coliflor, etc.), ya que suelen ser atacados por ácaros, mosca blanca, minadores y escarabajos defoliadores de la especie Astylus variegatus, “vaquitas” de los géneros Diabrotica, Paranapiacaba y Microtheca y por orugas de una pulgada de largo, así como las de los géneros Spodoptera y Helicoverpa
El investigador destaca que el uso del girasol es sólo un aliado en el seguimiento y control de plagas en el cultivo principal y advierte sobre altas infestaciones de plagas. “En estos casos, el girasol por sí solo no será suficiente para controlar estas poblaciones. Por lo tanto, el control debe realizarse en el cultivo principal mediante otras estrategias que impliquen control químico o biológico, por ejemplo”, afirma.
Cultivos de invernadero
Janaina no recomienda utilizar el girasol como planta trampa en cultivos de invernadero, ya que el efecto puede ser el contrario al deseado, ya que el ambiente cerrado hace que las plagas permanezcan y se multipliquen dentro del invernadero. “Además, las condiciones de temperatura y humedad en este tipo de lugares pueden favorecer el desarrollo de varias especies de plagas, como mosca blanca y ácaros”, advierte el investigador.
Advertencia ambiental
El control de plagas de insectos exclusivamente con pesticidas es una práctica comúnmente utilizada en cultivos agrícolas comerciales. Según Janaína, en muchos casos estas aplicaciones se hacen sin criterios técnicos, lo que puede aumentar los costos de producción, los riesgos de intoxicación ambiental y la presencia de residuos en los alimentos. “Últimamente, la conciencia ambiental entre consumidores y agricultores ha favorecido el uso de técnicas más sostenibles para el control de plagas”, afirma.
Por lo tanto, se deben adoptar métodos de control alternativos y menos agresivos para la fauna beneficiosa y el medio ambiente, lo que hace imprescindible el uso de estrategias basadas en el Manejo Integrado de Plagas (MIP). En este contexto, el girasol se utiliza como planta trampa.
Por: Aline Merladete | Agroenlace