En los últimos años, la agricultura global ha enfrentado un escenario de profundos cambios, impulsados por transformaciones tanto económicas como ambientales. La producción de aceites vegetales, uno de los commodities más relevantes para la economía mundial, no quedó ajena a estas presiones. Con una demanda creciente y mercados cada vez más competitivos, los productores de todo el mundo han estado buscando estrategias para optimizar sus cosechas y ampliar su participación en los mercados internacionales. Sin embargo, además de los desafíos comerciales, los efectos del cambio climático se han convertido en una variable crucial, alterando drásticamente la forma en que se realiza la agricultura, especialmente en regiones de alta sensibilidad climática, como América del Sur. En este contexto, se analiza el impacto de los fenómenos. El cambio climático y sus repercusiones en la producción agrícola es más necesario que nunca.
América del Sur se ha consolidado como uno de los principales actores en la producción de aceites vegetales, destacándose tanto en grandes mercados como en soja, palmera Es girasol, así como en nichos como maní Es maíz. Sin embargo, esta trayectoria exitosa enfrenta desafíos cada vez mayores planteados por el cambio climático. Fenómenos como El Niño y La Niña han generado impactos significativos en las condiciones climáticas de la región, cambiando los patrones de precipitación y temperatura y, en consecuencia, afectando la producción agrícola. Dado que la agricultura depende en gran medida del clima, los países latinoamericanos, especialmente Brasil y Argentina, están lidiando con pérdidas y ajustes que afectan todo, desde las grandes plantaciones de soja hasta cultivos emergentes como el girasol y el maní. En este escenario, es crucial comprender la dinámica climática y sus consecuencias para la sostenibilidad y resiliencia del sector agrícola en la región.
La influencia de El Niño y La Niña en la agricultura latinoamericana
El Niño y La Niña, dos fenómenos climáticos cíclicos de gran influencia global, se caracterizan por anomalías en las temperaturas superficiales del Océano Pacífico Ecuatorial. Estas oscilaciones térmicas, que ocurren a intervalos irregulares de 2 a 7 años, desencadenan una compleja red de interacciones atmosféricas y oceánicas, que resultan en cambios significativos en los patrones de lluvia y temperatura en diferentes regiones del planeta.
El Niño, marcado por el calentamiento anormal de las aguas ecuatoriales del Pacífico, está asociado a una serie de impactos climáticos, como el aumento de las precipitaciones en algunas regiones y la intensificación de las sequías en otras. La Niña, a su vez, caracterizada por el enfriamiento de esas mismas aguas, tiene efectos contrarios, con reducción de las precipitaciones en algunas zonas y aumento en otras.
Ante este escenario, Brasil enfrenta una crisis ambiental sin precedentes, marcada por severos impactos del cambio climático, que afectan la biodiversidad, la calidad de vida y la economía del país. El panorama es alarmante, con una combinación de incendios forestales devastadores, sequías prolongadas y fenómenos meteorológicos extremos, que tienen consecuencias directas para la población y los ecosistemas.
Por tener una dimensión continental, Brasil sufre de diferentes maneras los efectos de las variaciones climáticas. Estas variaciones tienen diferentes impactos en cada región.
Cultivos de soja y maíz en el Medio Oeste resistieron las condiciones climáticas
Durante el primer semestre del año, en la fase final de la cosecha y recolección de la soja, principal cultivo actualmente del país, las regiones Norte y Nordeste sufrieron una reducción de las precipitaciones y sequías de diversa intensidad. Estas regiones han visto un aumento significativo en la producción de soja; sin embargo, la sequía al final de la siembra causó un pequeño impacto en la productividad. En las regiones Centro-Oeste y Sudeste hubo aumento de las temperaturas medias, pero las lluvias ocurrieron en momentos oportunos, sin afectar la producción, especialmente en Mato Grosso, Goiás y Mato Grosso do Sul, que concentran la mayor producción de soja. Los impactos provocaron la rotura de aproximadamente 5%.
El maíz, tanto en la primera cosecha como en la segunda cosecha, siguió el buen desempeño de la soja en el Centro-Oeste, manteniendo buena producción y productividad. El algodón también tuvo una buena cosecha, beneficiándose de lluvias bien distribuidas y temperaturas adecuadas durante todo el ciclo del cultivo, lo que fue fundamental para el buen desarrollo de las plantas.
Girasol y maní: cultivos prometedores sufren importantes caídas
Los impactos más significativos de este año se produjeron en dos cultivos que, aunque todavía pequeños, son prometedores para el mercado brasileño. El girasol, utilizado como cultivo de rotación con la soja en Mato Grosso y Goiás, sufrió una caída de alrededor de 35% debido a la sequía de mediados de año. El maní, utilizado como cultivo de rotación con la caña de azúcar en el estado de São Paulo, enfrentó fuertes pérdidas causadas por la sequía y el calor extremo a principios de año, con una caída estimada de entre 40-60%, varias ciudades incluso declararon respuesta de emergencia estatal. con temperaturas del suelo que alcanzan los 60°C.
La región Sur fue fuertemente impactada por el fenómeno de El Niño, con intensas lluvias que provocaron inundaciones extremas en el estado de Rio Grande do Sul. Las pérdidas ocurrieron principalmente en las áreas donde se cultivan soja, maíz y arroz, principales cultivos del estado. Con el impacto de la lluvia y el barro, estas zonas se volvieron menos fértiles, afectando principalmente la cosecha de arroz de regadío. La infraestructura de la región también se vio gravemente afectada: las fábricas vieron inundadas sus reservas de cereales, los equipos quedaron inoperables debido a que quedaron sumergidos y las carreteras sufrieron daños, lo que obstaculizó la logística regional.
Impacto de La Niña e incendios devastan la Región Norte y el Pantanal
En el segundo semestre del año, con el inicio de los síntomas del fenómeno de La Niña, las regiones Norte y Nordeste comenzaron a sufrir una importante sequía, que se extendió a las regiones Centro-Oeste y Sudeste. El retraso en el inicio de las lluvias y las escasas precipitaciones, combinados con las altas temperaturas, afectaron el inicio de la ventana de siembra de soja. Los incendios, que dominaron las noticias en las últimas semanas, consumieron una superficie equivalente a 10 millones de campos de fútbol, y 70% de esta devastación se produjeron en bosques nativos. Regiones como la Amazonía y el Pantanal se vieron especialmente afectadas, con pérdidas de 5,4 millones y 1,2 millones de hectáreas, respectivamente. Este impacto ya se siente en la ventana de siembra de soja, que se produce entre septiembre y noviembre, y, sin previsiones de lluvias en los primeros meses, la productividad de la próxima cosecha podría verse perjudicada.
Argentina sufrió importantes impactos en la cosecha de soja de 2023, pero logró recuperar gran parte de sus cifras durante el efecto El Niño en el primer semestre de este año. Con excelentes precipitaciones y temperaturas durante este período y el aumento del área sembrada con relación a la cosecha anterior, la soja argentina alcanzó buenos niveles de producción y productividad. Comparado con el promedio del país, el crecimiento fue de 10%.
Si bien el clima era favorable para la región productora de soja, se volvió desfavorable para la producción de aceite de oliva, lo que resultó en una pérdida de casi 30%. Las heladas, sequías y lluvias irregulares afectaron directamente a la producción y calidad del olivo en las regiones de San Juan y La Rioja, impactando en el mercado de la aceituna, que ya había sufrido la pérdida de cosechas en Europa en 2023 por el efecto La Niña, y que continúa para hacer frente a la escasez de productos en el mercado actual.
El efecto El Niño fue polémico para el girasol, que tuvo una pérdida de aproximadamente 2,5% en relación al promedio del país. En algunas regiones, como Buenos Aires, hubo una adecuada distribución de las precipitaciones durante el ciclo del cultivo, lo que impactó positivamente en la productividad. En otras zonas, como Córdoba, la ocurrencia de sequías y/o lluvias excesivas en momentos inoportunos perjudicaron la productividad.
Crece diversificación de cultivos ante pérdidas de maíz en la región pampeana
En el caso del maíz, el año 2024 fue desafiante para la región Pampeana, principal productora del grano, que sufrió sequías y altas temperaturas, comprometiendo el desarrollo de las plantas. Esto resultó en pérdidas de producción y productividad, haciendo que la rentabilidad del cultivo sea menor que la de la soja.
Ante la menor rentabilidad del maíz, muchos productores optaron por diversificar cultivos en un intento de mejorar los márgenes. Consecuencia de esto fue el aumento de la superficie sembrada de algodón, ya que este cultivo se adapta mejor al clima cálido y húmedo. Sin embargo, la falta de lluvia en una ventana clave de siembra dio como resultado algunas semillas más oscuras más adelante en la temporada. El maní, en cambio, mostró resultados más dinámicos: con el aumento de la superficie plantada, principalmente en Córdoba, el país, gran exportador del grano a Europa, logró buenos números.
En la segunda mitad del año, la falta de lluvias y las altas temperaturas han dificultado el inicio del ciclo de cultivos de soja y girasol, que inician tarde para evitar caídas de productividad el próximo año. Además, es importante prestar atención a los niveles de los ríos en la región, ya que parte del flujo de productos de los países latinos se realiza mediante transporte fluvial. Por ejemplo, el río Paraná, que delimita la frontera entre Brasil y Argentina y baña uno de los puertos más transitados de Argentina, ha mostrado niveles alarmantemente bajos desde principios de septiembre, lo que dificulta y limita las operaciones del puerto.
Paraguay y la crisis del agua: Impactos en la navegación y las exportaciones de granos
El río Paraguay, una de las principales rutas de transporte de granos de la región, enfrenta una crisis hídrica sin precedentes. En la capital de Paraguay, Asunción, los niveles de agua alcanzaron un mínimo histórico, con profundidades medidas a 0,82 metros por debajo del nivel “cero”. Esta situación, consecuencia de una fuerte sequía en las regiones altas del río, perjudica significativamente la navegación, según muestran datos de la Dirección Nacional de Meteorología e Hidrología de Paraguay.
La Cámara Paraguaya de Trituración de Semillas y Granos Oleaginosos (Cappro) emitió una alerta sobre la paralización casi total de la navegación en la porción norte de la Hidrovía Paraguay, debido a la importante reducción de los niveles de agua. Aunque los envíos se están viendo afectados, el impacto se considera limitado por el momento, dado que no estamos en el periodo de mayor movimiento comercial. Considerando que Paraguay ocupa el tercer lugar en el ranking mundial de exportadores de soja y que alrededor de 80% de sus exportaciones se transportan por vía fluvial, la situación requiere especial atención.
Jorge Sánchez, subdirector de la Dirección de Meteorología e Hidrología de Paraguay, enfatizó que el panorama para los niveles de los ríos en los próximos meses es preocupante, aún cuando se acerca la temporada de lluvias en octubre y noviembre. La continuación de la sequía podría empeorar aún más la situación.
Colombia enfrentó sequías durante la primera mitad del año, al igual que el norte y noreste de Brasil. La falta de lluvias compromete el desarrollo de las plantas, reduciendo la productividad por hectárea y afectando la calidad del fruto, ya que las altas temperaturas aceleran la maduración y reducen el contenido de aceite del producto. Normalmente, las refinerías operan a una tasa de extracción de entre 20% y 21%, pero en el punto álgido de la escasez de petróleo de este año, las industrias operaban sus plantas a una tasa de entre 14% y 16%.
En cambio, otras zonas registraron precipitaciones excesivas concentradas en períodos cortos. Las fuertes lluvias pueden provocar erosión del suelo, pérdida de nutrientes y daños a los cultivos, además de favorecer el desarrollo de enfermedades como la FA (amarillamiento fatal de la palma aceitera).
Los grandes productores sufrieron pérdidas millonarias en sus plantaciones, con frutos pudriéndose y racimos que no se desarrollaron. Como consecuencia, el mercado enfrentó retrasos en la recepción, renegociaciones de contratos previamente negociados e intentos de sustituir otros aceites vegetales. Sin embargo, hay mercados que no permiten esta sustitución, como las jabonerías, que tienen cierta dependencia de los aceites láuricos. El mercado de Higiene y Limpieza demanda fuertemente el aceite de palmiste, el cual se vio muy afectado por la mala cosecha, ya que se extrae de la almendra del fruto de la palma, y el volumen producido equivale a 10% de producción de aceite de palma.
El mercado en su conjunto en América Latina tiene volúmenes restringidos, pero se espera una mejora en la producción brasileña, ya que la cosecha comienza ahora en septiembre. Para Ecuador, Perú y Colombia se esperan mejores volúmenes a partir de diciembre/enero.
El impacto económico de las condiciones climáticas extremas en América Latina
Cuando hablamos de países con un alto nivel de dependencia económica de la agricultura, las consecuencias de estas condiciones climáticas extremas se extienden más allá del sector agrícola. La reducción de la producción ha generado importantes pérdidas económicas para el país, afectando tanto a los agricultores como a la economía en su conjunto. La inseguridad alimentaria, así como el aumento de los precios de los productos en el mercado, impacta directamente en la vida de la población local.
Las previsiones indican que La Niña podría intensificarse hasta finales de año, prolongando los efectos de la sequía y dificultando la recuperación de la producción agrícola. Por lo tanto, es fundamental que tanto el gobierno como los agricultores adopten medidas para mitigar los impactos del cambio climático, con el fin de garantizar buenas cosechas en el largo plazo.
Texto escrito por:
Julia Vilela | Especialista en aceite de girasol y aceite de oliva en la unidad de Aceites Blandos
Keywe Bonfim | Postventa de la unidad de Aceites Blandos
Leonardo Novais | Especialista en aceite de maíz en la unidad de Aceites Blandos
Felipe Di Marco | Postventa de la unidad de Aceites de Palma y Láuricos
Maila Dias | Especialista en aceite de palma y aceites láuricos en la unidad Palm & Lauric Oils
Reseña de: Vanessa Ferreira