Un equipo multidisciplinario de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) desarrolló un biopesticida a base de compuestos naturales para controlar el gorgojo (Sitophilus zeamais) en el maíz. Integrada por biólogos, químicos y microbiólogos, la iniciativa está dirigida por Julio Zygadlo y requirió cuatro años de trabajo para llegar al resultado que ahora se presenta.
Los experimentos comenzaron con la extracción de aceites esenciales de plantas aromáticas, algunas originarias de Argentina como la menta peperina (Minthostachys verticillata) y el tomillo (Thymus vulgaris). El objetivo fue identificar los componentes de los aceites y su nivel de toxicidad contra plagas, especialmente insectos.
“El gorgojo que ataca al maíz es muy dañino, porque todo su ciclo de vida se desarrolla dentro del grano, comiéndose todo el endospermo, que es la base de los nutrientes”, señala una de las investigadoras de la iniciativa, Jimena Herrera. Destaca que la formulación obtenida a base de compuestos naturales de estos aceites esenciales produce una interacción sinérgica capaz de combatir los gorgojos sin efectos tóxicos sobre el maíz.
Según la UNC, los biopesticidas deben ganar cada vez más espacio en la agricultura argentina ya que no son nocivos para la salud humana y el medio ambiente. Los insecticidas sintéticos más utilizados para controlar los gorgojos en ese país -como la Fosfina (Hidruro de Fósforo - PH3) y el Bromometano (Bromuro de Metilo) están prohibidos y restringidos (respectivamente) por el Ministerio de Salud argentino.
Según el investigador, el uso indiscriminado de algunos pesticidas ha hecho que algunas plagas sean resistentes a estas sustancias, lo que ha llevado a aplicaciones de dosis cada vez mayores: “Ante este escenario, podríamos decir que hay biopesticidas que son más efectivos que los sintéticos. , además de actuar más rápido, sin afectar la materia prima”.
Hasta ahora, los ensayos y pruebas de la UNC se han realizado 'in vitro', en condiciones controladas. El objetivo ahora de los investigadores es avanzar a escalas mayores para demostrar que el producto no se deteriora en ambientes externos. “En el laboratorio obtuvimos muy buenos resultados, pero es necesario ampliar las pruebas de campo. Pero para ello necesitamos políticas de Estado y apoyo financiero, pero sobre todo un cambio en la concepción de las prácticas agrícolas”, argumenta Jimena.
Fuente: Agroenlace